domingo, 6 de diciembre de 2009

Reporte de Lectura sobre la "Fenomenología del Espíritu", que forma parte del Espíritu Subjetivo, dentro de la Enciclopedia de las Ciencias Filosófica

Antes de Kant, se consideraba que la consciencia tenía relación con las nociones mágicas o místicas, es decir, que el razonamiento se llevaba a cabo automáticamente. Él, es uno de los pensadores que hace la distinción entre: conciencia intuitiva y conciencia discursiva, la primera tiene que ver con lo que ocurre con los datos exteriores que son percibidos por los sentidos, la segunda tiene que ver con lo que se lleva a cabo dentro del aparato conceptual del individuo –el entendimiento- que se basa en categorías que son necesarias para llegar al razonamiento puro, libre de todo tipo de condicionamientos sensibles. Él, pensaba que debía existir una conexión entre el hombre y el mundo, para lo cual hace la separación entre el sujeto y el objeto; y hace énfasis en que el primero pone las condiciones bajo las cuales quiere conocer. Lo prioritario es hablar de la conceptualización fenoménica de los datos de los sentidos, para lo cual hay que hablar de lo que se ubica espacio-temporalmente. Entonces, ¿Qué es la consciencia de acuerdo al Kantismo? Para poder tener una percepción de lo que acontece en la realidad tiene que darse un proceso, o sea el paso de la conciencia intuitiva hacia la consciencia recursiva, lo que constituye un cambio en la manera de concebir la conciencia respecto a la noción tradicional, que la concebía como algo automático, sin grandes complicaciones que no sabían explicar lo que ocurría al interior del aparato cognoscitivo.
Hegel no conforme con los planteamientos Kantianos de la conciencia, decide llevar las cosas más lejos, al mencionar que lo que Kant describe respecto a ésta, es algo parcial que únicamente queda reducido al plano de los fenómenos, lo que la convierte en algo de carácter subjetivo, que no tiene validez de las determinaciones objetivas y absolutas, que son la figura del espíritu. Para ello, el tiene que analizar detalladamente cada una de las etapas por las que pasa la conciencia, a través de las mediaciones hasta llegar al conocimiento absoluto, así se hace la siguiente división: conciencia sensible, autoconciencia y autoconsciencia absoluta, que se presenta dentro del espíritu y la máxima expresión de la razón. La primera, hace mención de lo que ocurre en el campo de la sensibilidad.
Lo sensible es aquello que entra por nuestros sentidos, o sea se trata de percibir lo que ocurre dentro del mundo material. El tener los datos sensitivos permite que podamos reconocer y nombrar los objetos como una mesa una silla. Todos los días tenemos contacto con objetos del mundo exterior, pues para tener presente nuestra existencia implica tener acceso toda una gama de sensaciones; cuando esto lo realizamos así, nos colocamos en el plano de la conciencia sensible. Los hechos sensibles también reciben el calificativo de hechos particulares y frecuentemente hacemos descripciones[1] detalladas como: El cielo está azul, La casa está bonita. Y así, tenemos que otra de las características de lo particular es la contingencia, los cambios que va experimentando, por estar colocado en el terreno de lo perecedero. Mediante las percepciones una parte de nuestra identidad se va constituyendo, es el yo el que lo va realizando, para tener consciencia de su existencia.
El punto de la relevancia del percibir ya había sido expuesto por Kant[2], cuando habla de que dentro de las ciencias debe pervivir la experimentación –empiricidad– como el punto de partida que nos lleva a la validación y verificación de los datos empíricos, que sirve para que científicamente se puedan esbozar: teorías, axiomas. Las ciencias dentro del mundo pos kantiano y post hegeliano (actualmente) tienen que trabajar de esta manera, y por eso los campos disciplinares de las ciencias se han expandido había el horizonte de la empiricidad lo que ha hecho posible el surgimiento de nuevas disciplinas como la genética. Lo particular se convierte en la puerta de entrada para el conocimiento de lo general. Existe un continuo llamado a que no nos conformemos con lo que la consciencia sensible nos ofrece, para llegar al pensamiento elaborado que se gesta dentro de la autoconsciencia. El camino para convertir lo singular en lo abstracto, se lleva a cabo mediante el intelecto.
Así, lo singular se convierte en la materia prima con la que éste trabaja para poder hacer generalizaciones, lo que nos coloca en otra de las dimensiones de la consciencia que es: La autoconsciencia[3] tiene un grado más elevado de la consciencia sensible, y es donde el yo reflexiona de manera integral sobre su existencia, apuntando hacia el espíritu. El yo tiene apetito por conocer los fundamentos racionales que rigen al mundo dentro de todos los ámbitos. Por eso, la consciencia se va elevando para poder alcanzar la certeza y la comprensión de lo absoluto. Se trata de un yo que no se quiere ver limitado por las condiciones propias de la finitud, y trata de ver las últimas consecuencias del conocimiento, al ir escalando por los diferentes grados de la consciencia.
La autoconsciencia tiene que llevar la delantera, pues subsume a la consciencia sensible dando determinaciones de los objetos, y cuando nos hallamos con la autoconsciencia re cognoscitiva, lo que está por encima de la consciencia, es la autoconsciencia re cognoscitiva, la cual tiene que vigilar el funcionamiento de la autoconsciencia. Ésta toda vía está emparentada con la inmediatividad, ya es aquí donde el yo tiene apetito del conocimiento que no se satisface. La autoconsciencia recognoscitiva[4] regula la relación entre la consciencia sensible y la autoconsciencia, para que ambas puedan funcionar conjuntamente, en una relación de interdependencia, que da como resultado que ambas se complementen, lo que constituye el camino para llegar a la consciencia absoluta, como uno de los grados más altos del conocimiento, donde tiene cabida la afirmación; porque ya se han superado las contradicciones necesarias entre la consciencia y la autoconsciencia, lo que da como resultado que la objetividad tenga validez. “Como la vida es tan esencial como la libertad, la lucha termina primeramente como negación unilateral con la desigualdad; esto es, que uno de los combatientes prefiere la vida, se mantiene como autoconciencia singular; pero abandona su pretensión al reconocimiento; pero el otro se aferra a su relación consigo mismo, y es conocido el primero supeditado. Ésta es la relación de su señoría y su servidumbre.[5]
Por tal motivo, la autoconsciencia universal[6] tiene independencia y representa la unión de la consciencia sensible con la autoconsciencia, así podemos tener la fundamentación absoluta y esencial de la moral –lo relativo a los valores universales– de lo concerniente al buen funcionamiento de las instituciones sociales como: El estado y la familia.
El análisis kantiano de la consciencia se queda corto, ya que sólo apela a lo fenoménico, que queda reducido a una relación desigual entre el sujeto y el objeto, donde el primero sólo determina al objeto. Por lo que Hegel, rompe con la tradición Kantiana, al pronunciarse por la unión que se debe manifestar entre la consciencia sensible y la autoconsciencia, lo que nos lleva a la autoconsciencia universal, como aquello que está más allá de lo fenoménico, y se localiza en lo espiritual, la base para la fundamentación racional absoluta de la realidad, lo que lleva a que se formulen juicios esenciales y determinantes de la moral, de la religión; de ahí que sea designado como la fenomenología de espíritu.



















Bibliografía:
Hegel, G.F Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, México, Porrúa, 2004.
Elaboró: María Georgina Quintero Sánchez

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