jueves, 10 de diciembre de 2009

La religión revelada, en Fenomenología del espíritu

¿Qué es la religión? ¿Una serie de dogmas a seguir?¿El cumplimiento de rituales o actos de la tradición que se llevan a cabo de forma sistemática pero no consciente y que se limitan más a expresiones externas del comportamiento humano, que a actos internos del individuo? Ser religioso ¿significa profesar una religión determinada, o solamente creer en cierto dogma o en Dios? ¿Significa lo mismo creer en… que actuar como…? ¿Qué relación existe entre el actuar moral y la religión? ¿Qué significa Dios en el pensamiento de Hegel?
Tal vez podamos encontrar algunas respuestas en este texto de Hegel. Encontramos que para él la ley moral se fundamenta en la conciencia individual de cada persona sin haber necesidad de intermediación alguna llámese humana o simbólica, en la acción del culto de los ídolos lo que constituye cierto modo de mediación, que no se requiere, sino mas bien la acción personal de transformación interna que se manifiesta en el obrar moral lo que da sentido de realidad y produce el movimiento histórico.
De esta forma la religión revelada establece los argumentos principales de la ley moral como producto de la conciencia individual, sin la presencia de mediación alguna y el culto externo representa la acción transformadora de la realidad social, en la primera parte del texto se distingue claramente la influencia religiosa aun prevaleciente en Hegel. Consiguientemente afirma el autor que, la religión produce en el individuo el obrar ético y moral; formas por las que el espíritu absoluto se concretiza pasando de la forma de la sustancia a la del sujeto, en la que se produce la figura interna y la conciencia de bien y el mal, es decir de la forma moral del comportamiento. En la sustancia, esto es, en la conciencia que el individuo tiene de sí mismo, la sustancia desaparece impidiéndole captarse a sí misma, produciendo en él un cambio que lo lleva a conducirse a partir de la figura absoluta, produciéndose la unificación de ambos. Esencia divina y sí mismo, que se sintetizan en algo real, unidos pero a la vez en conflicto constante ya que lo concreto siempre está pretendiendo lo absoluto y lo absoluto se concreta en el individuo como ser pensante. Por eso afirma Hegel, “El sí mismo es la esencia absoluta”[1] el sí mismo que subsiste por sí mismo sin necesidad de más.
En la religión revelada el problema del en sí como sujeto y no como objeto, se distingue al mismo tiempo la idea circularidad y contradicción, que hace que en éste , la esencia absoluta, la sustancia, devenga en objeto de la conciencia. Pero aclara que esto no en referencia al espíritu religioso solamente, sino que la esencia absoluta es el espíritu real, el espíritu del hombre como ser de razón en el que según Hegel se encuentran dos naturalezas igual de esenciales, por lo que el espíritu es la conciencia de sí y de su sustancia objetiva como autoconciencia.
La religión por tanto pertenece al espíritu ético que se disuelve en el estado de derecho por lo que: “El sí mismo como tal, la persona abstracta, es esencia absoluta” [2] y esta vida ética a la vez está inmersa en la universalidad, del mismo modo que de la singularidad surge también el sí mismo que es depurado y llevado a la universalidad, abstracta del derecho. Desde esta perspectiva el espíritu ético está vacío de contenido y las individualidades se reúnen en una “Universalidad abstracta del pensamiento puro” que le confiere igualmente al sí mismo ya sin contenido, el ser en y para sí. A través de esta reconstrucción del sí mismo que surge de la propia conciencia que permanece dentro de sí y que pertenece a la esencia y a su ser allí le lleva a su propio reconocimiento como persona abstracta, solo poseedora de su propio pensamiento que la ubica en el papel de objeto y no ya de sujeto.
Esta conciencia del pensamiento despojado de su contenido y llevada a la independencia, lleva al pensamiento a un estado de constante movimiento, y de esta misma autoconciencia conocedora de la validez de la persona abstracta desde el puro pensamiento, a la que conoce porque está consciente de su pérdida de sí y de su saber de sí, se constituye lo que Hegel llama la conciencia desventurada, que es el reverso de la conciencia del sí mismo dentro de sí. Es tener la conciencia del sí mismo como persona moral, religiosa y pensante. Y al mismo tiempo la conciencia de la negación del sí mismo y de la pérdida del contenido de lo esencial y lo divino, quedando solo la conciencia del propio pensamiento, alejado de la esencia divina, de la certeza de sí mismo. Como resultado de esta condición de la conciencia del hombre, de la pérdida de la esencialidad en esta certeza de sí y del saber de sí a través del conocimiento de lo absoluto que ha perdido su valor, y si lo tiene no es en la individualidad del vacío profundo que todo esto significa, surge la desconsoladora frase de Hegel que afirma “Dios ha muerto” [3] Sin embargo esa conciencia puede de lo absoluto que el hombre se construye ser asimismo la que disuelva la conciencia desventurada, el conocimiento que da sentido a la pérdida.
Con Hegel podemos constatar que la sociedad de su tiempo se encontraba ya inmersa bajo esa vorágine arrasadora de la modernidad, en la que tanto la fe como la religión hasta antes de época consideradas como ejes rectores de la sociedad y por tanto del comportamiento humano han perdido su valor y eficacia tanto como su esencia, aunque nos preguntaríamos ¿Realmente habían existido? De tal forma que ya no satisfacían el intelecto humano, así la esencia se separa de la conciencia, pero a la vez la conciencia es separada de la esencia de modo tal que, tanto la una como la otra se han perdido, dando lugar a la creación del para sí a partir del en sí.
En este reconstruirse dioses y hombres se han disuelto o más bien se han fusionado dando lugar al sí mismo. Para Hegel las obras morales y en general el obrar humano no constituyen una realidad ética, no son dones divinos, ni tienen un soporte religioso externo, tampoco son dadas a los hombres como obra acabada. Al contrario la vida ética es producto de la acción interiorizada en la que la religión ya no es suficiente, pues la sustituye. Sin embargo y a pesar de que el obrar exterior es reflejo del interior del ser, también parte de la existencia exterior.
Hegel coloca aquellos elementos culturales tales como el lenguaje, lo histórico, el arte, como existentes por sí mismos, como meras representaciones y no como realidad. Con él surge también la conciencia histórica, que coloca en un plano superior a la vida ética y que forma parte de la condición del espíritu de la cual se ha alejado la sustancia absoluta. “Todas las condiciones de su nacimiento se dan, y esta totalidad de sus condiciones constituyen el devenir, el concepto o el hacer que es en sí del concepto mismo” [4] Esta conciencia histórica sirve de paliativo para reducir lo trágico de la conciencia desventurada en la que las representaciones de la sustancia se reúnen para conformar una unidad como espíritu autoconsciente.
De la certeza del sí mismo en y para sí, nace de la conciencia de lo particular de la sustancia y de la conciencia de necesidad de no independencia del individuo, que lleva al concepto absoluto de Dios. Dios como espíritu absoluto separado del mundo de lo sensible, idea pura y por tanto ajena a la religión, Dios como espíritu para sí, la autoconciencia es el concepto puro. Así Dios deviene en objeto de la conciencia individual que se concreta en el individuo y éste siempre está en constante búsqueda de lo absoluto, lo que produce el movimiento y la constante contradicción con su opuesto. El mundo y su devenir que en su relación con lo absoluto se concreta en el hombre y Dios ser allí, que no sale fuera de sí mismo, como unidad inmediata con la autoconciencia universal y como unidad mediata en la forma de culto. El ser allí elevado a la representación se universaliza y se convierte en pura certeza de él mismo, la razón pura llevada al concepto puro que deviene en la autoconciencia y esa misma elevada al nivel de sustancia pura.
El contenido de tal religión de acuerdo a Hegel queda resumido así “la sustancia se enajena de sí misma y se convierte en autoconciencia”[5] y a la inversa “la autoconciencia se enajena de sí y se convierte en coseidad o en sí mismo universal” [6] se puede notar por tanto que el devenir de la autoconciencia se produce de la unificación de estas contradicciones.
En el pensamiento de Hegel los atributos que pueden darse al ser allí, a Dios como espíritu absoluto, son construidos por el sujeto siendo éste quien le otorga el significado y la validez de realidad. Sin embargo esta realidad está determinada por la conciencia inmediata y la razón, por lo que existen varias realidades que sólo la razón unifica. Además todo se da términos de necesidad e inmediatez, por lo que: el sujeto define el concepto de lo que es en la inmediatez de su conciencia por lo que no es en sí, de esta manera se reconoce a sí mismo como espíritu y llega necesariamente al espíritu absoluto, el que le es dado en la autoconciencia en sí, la que esta fuera de lo sensible, y que deviene en la conciencia del yo, de saber de sí.
Por consiguiente, si el espíritu absoluto es el en sí de la autoconciencia a la que se le ha dado la conciencia, se puede entender porque para Hegel el hombre real constituye la certeza inmediata, la razón divinizada y es elevado a la categoría del ser allí, por lo que afirma :
“La conciencia, entonces, no sale de su interior partiendo del pensamiento y no enlaza en si el pensamiento de Dios con el ser allí, sino que parte del ser allí presente inmediato y reconoce en él a Dios ” [7]
El individuo inmerso en la esencia de lo absoluto de la autoconciencia y la conciencia del devenir deja de ser autoconciencia individual, realidad de sí mismo para convertirse en autoconciencia universal, por lo que se resume el concepto del hombre de Hegel como ser subjetivo, pensante, autoconsciente de su conciencia y de su propio devenir histórico en tanto ser universal.
En suma el contenido simple de la religión absoluta es la figura de la autoconciencia en la que deviene la esencia, y la conciencia sobre sí como espíritu, que la llevan a querer ser igual a la esencia primera. Hegel agrega como elemento importante de su pensamiento la idea del otro en la conciencia, el otro como objeto distinto del sí mismo pero a la vez como un sí mismo. Así el espíritu religioso deviene como sí mismo simple positivo de la conciencia, mientras que el espíritu real, el de la conciencia desventurada constituye la certeza inmediata deviene en lo negativo simple autoconsciente. En la religión absoluta del pensamiento hegeliano el ser como concepto deviene en objeto del puro pensamiento, de la esencia absoluta para llegar a la esencia suprema, al concepto puro o abstracción absoluta de lo que es el ser en lo inmediato, tanto lo más alto como lo más bajo del saber especulativo.

Bibliografia
G.W.F.Hegel, La religión revelada en, Historia de Jesús, [Trad. González Noriega Santiago], taurus,México,1987,p. 99-125


Elaboró: María Teresa González Mondragón

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