jueves, 10 de diciembre de 2009

Lectura: Introducción en la Fenomenología del Espíritu

La filosofía emplea un modo de proceder diferente y no como las ciencias que tienen un contenido diferente o tienen otro fin, y si empleara el mismo proceder de las otras ciencias no serviría para captar la verdad, es así como se encuentra en una situación desigual.
El comienzo de la formación y del remontarse desde la inmediatez de la vida sustancial tiene que proceder siempre mediante la adquisición de conocimientos de principios y puntos de vista universales, en elevarse trabajosamente hasta el pensamiento de la cosa en general, apoyándola o refutándola por medio de los fundamentos, aprehendiendo la rica y concreta plenitud con arreglo a sus determinabilidades, sabiendo bien a qué atenerse y formándose un juicio serio acerca de ella.
La verdad se presenta existiendo, es así como la verdad no puede ser sino el sistema científico, esta necesidad de que el saber sea ciencia radica en su naturaleza, y la explicación cómoda sólo puede ser a través de la exposición filosófica y demostrar que ha llegado la hora de que la filosofía se eleve al plano de la ciencia, el poner la verdad figura de la verdad en esta cientificidad lo que vale tanto como afirmar que la verdad sólo tiene en el concepto el elemento de su existencia, si lo verdadero sólo existe en aquello o, mejor dicho, como aquello que se llama unas veces intuición y otras veces saber inmediato de lo absoluto, religión, el ser, no en el centro del amor divino, sino el ser mismo de él. La sustancia no debe buscarse en el concepto, sino en el éxtasis, si no en el entusiasmo. Pero la filosofía debe guardarse de pretender ser edificante.
La ciencia que, hallándose en sus comienzos, no ha llegado todavía a la plenitud del detalle ni a la perfección de la forma, se expone a verse censurado por ello, todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese como sustancia, sino también y en la misma medida como sujeto, es por eso que desconocer la razón el excluir la reflexión de lo verdadero, en vez de concebirla como un momento positivo de lo absoluto.
El resultado es lo mismo que el comienzo simplemente porque el comienzo es fin; o en otras palabras, lo real es lo mismo que su concepto simplemente porque lo inmediato, en cuanto fin, lleva en sí el sí mismo o la realidad pura.
El puro conocerse a sí mismo en el absoluto ser otro, supone que la conciencia se halle en este elemento, en lo absoluto .
La ciencia, por su parte, exige de la autoconciencia que se remonte, para que pueda vivir y viva en ella y con ella, su derecho se basa en sua absoluta independencia, en la independencia que sabe que posee en cada una de las figuras de su saber, pues en cada una de ellas, sea reconocida o no por la ciencia y cualquiera que sea su contenido sea, el individuo es la forma absoluta, es decir la certeza inmediata de si mismo; y si se prefiere esta expresión, es de este modo ser incondicionado.
El que la conciencia natural se confíe de un modo inmediato a la ciencia es un nuevo intento que hace, impulsada no se sabe por qué, de andar de cabeza; la coacción que sobre ella se ejerce para que adopte esta posición anormal y se mueva en ella es una violencia que se le requiere imponer y que parece sin base como innecesaria. El individuo singular, en cambio, es el espíritu inacabado, una figura concreta, en cuyo total ser allí domina una determinabilidad, mostrándose en cuyo total ser allí domina una determinabilidad, mostrándose las otras solamente en rasgos borrosos
.Bibliografía: Fenomenología del Espíritu, trad. Wenceslao Roces, Fondo de Cultura Económica
ELABORO: Beatriz Alvear Díaz

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