viernes, 4 de diciembre de 2009

LA RELIGIÒN REVELADA, EN HISTORIA DE JESÚS

Es bien sabido, que la religión, reprime al inconsciente atemorizándolo y desconfiando. La esencia divina que en el culto se unifican resultado de una plenitud y se enuncia: “el sí mismo es la esencia absoluta”, perdiendo la conciencia, apareciendo ahora en una autoconciencia.
Para nosotros a la sustancia en objeto o, lo que es lo mismo, no restaura la sustancia de modo que la conciencia del espíritu sea hecho retornar a su comienzo, a la religión natural sino de modo que esta inversión sea producida para y por la misma autoconciencia, el sí mismo como tal, la persona abstracta, es esencia absoluta.
La sustancia se enajena de si misma y se convierte en autoconciencia; el otro, a la inversa, aquel según el cual la autoconciencia se enajena de sí y se convierte en coseidad o en sí mismo universal. Se puede decir, pues, de este espíritu que ha abandonado la forma de la sustancia y cobra ser allí en la figura de la autoconciencia, si queremos servirnos de las relaciones tomadas de la generación natural, en el espíritu absoluto se ha dado la figura de la autoconciencia y manifiesta ahora como la fe del mundo esto es como: un hombre real, que sea para la certeza inmediata, que la conciencia creyente vea y sienta y oiga esa divinidad. El espíritu es como la autoconciencia y es inmediatamente revelado a ésta, lo que se llama conciencia sensible es precisamente esta pura abstracción.
La unidad del ser y de la esencia es el saber inmediato de esta conciencia religiosa, por lo cual Dios se revela aquí como es, en el puro saber


especulativo, el saber mismo, el especulativo es el saber de la religión revelada, la esencia absoluta que no es captada como espíritu sólo es el vacío abstracto. “El pensamiento como representación”, la esencia se revela, ciertamente ante ella, pero los momentos de esta esencia, en virtud de esta representación sintética, se separan en parte uno del otro.
El espíritu absoluto, representado en la pura esencia, no es, ciertamente la pura esencia abstracta, sino que ésta, cabalmente por ser en el espíritu solamente un momento, ha descendido a elemento. La esencia es lo abstracto y, por tanto, lo negativo de su simplicidad, otro; y del mismo modo, el espíritu en elemento de la esencia es la forma de la unidad simple, la que, por tanto, es también esencialmente un devenir otro. Pero el mundo no es solamente este espíritu disociado y lanzado a la integridad y su orden externo, sino que, por ser esencialmente el simple sí mismo, éste se da también en él: el espíritu que es allí, el cual es el sí mismo singular que tiene la conciencia y que se diferencia de sí como otro o como mundo.
El mal se manifiesta como el primer ser allí de la conciencia que ha ido dentro de sí; y, como los pensamientos del bien y el mal son sencillamente contrapuestos y esta contraposición no ha sido resuelta aún, entonces, esta conciencia sólo es, esencialmente, el mal. Si el mal es lo mismo que el bien, ello querrá decir cabalmente que el mal no es mal y que el bien no es bien, sino que ambos han sido más bien superados: que el mal en general es el ser para sí que es dentro de sí y el bien lo simple carente de sí mismo.
.Bibliografía: Hegel, G. WF “La Religión Reveleda en Historia de Jesús, Madrid, Taurus, 1987 P.99

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